miércoles, 26 de noviembre de 2008

Encuentro siniestro

Eran casi las nueve de la noche y Rodolfo no sabía qué ropa ponerse para ir a la fiesta. Después de haberse separado de su ex mujer, había salido muy pocas veces a fiestas con amigos. Estaba bastante descuidado, la barba la tenía crecida, había aumentado unos kilos y la bebida era su mejor compañía. Flor, su vecina iba a celebrar su cumpleaños y le invitó: -¡Véngase en un ratito para mi casa, voy a preparar una comida, va estar lindo y también vendrán amigas solteras!- le dijo Flor. Rodolfo decidió ir, aunque él siempre buscaba en las mujeres que le presentaban sus amigos, algún parecido a su ex mujer. Rodolfo estaba obsesionado, se negaba a enamorarse de otras. Había salido con varias mujeres, se divertía, se emborrachaba, pero con ninguna se comprometía en algo más serio.
Eran casi las diez y media y Rodolfo estaba aún en su casa, se vistió con pantalones Jeans azul oscuro, una camisa blanca y zapatos mocasines nuevos. Se miró en el espejo, se afeitó y se perfumó las mejillas. Salió rumbo a la casa de Flor.
Era otro esa noche, su apariencia había mejorado. Entró a la casa y se acercó a saludar a Flor y los demás invitados y vecinos, había música y todos brindaban y bailaban muy contentos. El ambiente era muy amplio y había mucha gente. De pronto vio a una chica que llamó su atención, de tez clara y cabellos ensortijados de color castaño. Rodolfo quedó impactado, se acercó a ella y le preguntó si quería bailar, ella le respondió que sí. Él sintió una sensación de placer al tocarla mientras bailaban. Le preguntó su nombre, ella le dijo que se llamaba Hortensia. ¿Eres del barrio, nunca te vi por acá? dijo Rodolfo. Ella le respondió: ¡No!, acompaño a una amiga que conoce a Flor. Ella le agarró el hombro mientras bailaban. Empezaron a beber cerveza y bailaban juntos. Habían pasado unas horas, y Hortensia le pidió que la acompañara a la casa de su amiga, tenía que sacar sus cosas, porque viajaba temprano y faltaba poco para que amaneciera. Rodolfo accedió al pedido y decidió acompañarla. Salieron de la casa y Hortensia le dijo que irían caminando, porque la casa de su amiga estaba cerca. Hacía frío afuera, apenas algunas personas en la calle y aún estaba oscuro, al salir un perro callejero les ladró y los persiguió una cuadra. Caminaban por las calles a poca luz, la luna los iluminaba. Rodolfo estaba con unas copas de más, se mostraba muy atento y cariñoso con ella, le contaba algunas experiencias. Se alejaron bastante, ya ni se escuchaba el sonido de la música a gran volumen que había en la fiesta, Rodolfo un poco ansioso le pregunta: ¿Cuánto falta para llegar?, ella le respondió que faltaba poco, sólo unas cuadras más, pasando el cementerio del pueblo. Se había terminado el asfalto, se podían ver algunos pastizales crecidos que bordeaban el camino. La temperatura había bajado unos grados. Hortensia le pide a Rodolfo que la abrazara porque tenía frío. Al abrazarla Rodolfo sintió un escalofrío, una situación para nada placentera como la del momento en que estaban bailando, sintió frío y algo extraño. De pronto agachó la mirada y sentía los pasos pero sólo de él, estaba aún oscuro, no alcanzaba a mirarle los pies, ella llevaba puesto un vestido largo, intrigado mira de nuevo al piso y vio debajo del vestido a la altura de los pies de Hortensia, patas de un animal parecidas a las de un ave, pero con dos dedos en vez de tres. Muchas veces escuché que el diablo tiene patas de gallo con dos dedos, a otros decir que tiene patas de cabra. Quedó tan impresionado que no pudo hablar, levantó la mirada y las pupilas de los ojos de Hortensia eran rojas y lo miraba fijo. La soltó de inmediato y empezó a correr sin mirar atrás, no paró y corrió hasta llegar a la casa de Flor. Entró y estaba tan pálido que le preguntaban que le había pasado, porqué se había ido de la fiesta. Rodolfo aún asustado y confundido, no entendía lo que le había pasado. Le preguntó a Flor por Hortensia si la conocía, ella le respondió que no la conocía y tampoco a su amiga. Ninguno de los invitados las habían visto en la fiesta.- ¡Pensé que no te había gustado la fiesta, que por eso te fuiste y hasta algunos invitados me decían que estabas tan ebrio que te habían visto bailar solo!, agregó Flor. Rodolfo se quedó callado, no dijo nada más. Se abrió un botón de la camisa, respiró profundo y se marchó.

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