jueves, 27 de noviembre de 2008

Reflexiones

Mi vida “Libre de Humo”
-Día (1): Lloro, grito, me enojo y de golpe paro. No aguanto. Me voy a caminar, una bolsa de golosinas, un pote de helado y una buena peli seguro ayudan.
-Día (2): Empiezo el laburo nuevo. Trato de distraerme y un poco lo logro. Les cuento a todos que ya no fumo más. Que lo dejé. La ansiedad cada vez pasa más rápido. Pd: Mentí. Me siento horrible!
-Día (3): Pareciera que fuese más fácil. Camino hacia casa, no dejo de pensar. Vuelvo a las lágrimas. Extraño su compañía. Extraño nuestros festejos, extraño ese silencio aliviador cuando todo es pena y olvido. Lo extraño en el almuerzo, en la cena, al caminar, en las reuniones con amigos, en la soledad misma…-“Lo extraño”-. Pierdo el control. Corro a buscar aquel libro de autoayuda que conservo desde niña, el mismo que solía usar para los trabajos de investigación de la escuela. Allí estaba, en una de las cajas que quedaron de la última mudanza. Voy al índice y encuentro un capítulo sobre ansiedades. Lo leo y lo releo. Logro tranquilizarme. Nota: Importante acumular información útil para aquellos momentos en los que es necesario reforzar la idea.
-Día (4): Comienzo a notar los pequeños cambios. Duermo mejor, me despierto mejor y tengo los antojos más insólitos. Le prohíbo a mi gente atreverse a fumar delante de mío. Estoy intolerante, cualquier motivo es suficiente para llenarme de ira. Sigo con la idea a viva voz. No me tengo que dejar ganar.
-Día (5): Continúo sin poder concentrarme. Perdí la inspiración. No puedo escribir, no puedo estudiar. Hago planes con amigas. Estando sola en casa corro el riesgo de tentarme.
-Día (6): Por fin lo logré. Me levanto temprano y salgo a caminar. La tarde está hermosa y mejor aprovecharla. La fijación oral continúa, pero las botellitas de agua y los chicles de menta ayudan a controlarla.
Llega la noche y la impaciencia me supera. Las discusiones con vos son interminables. Nuestros criterios son distintos y ninguno de los dos está dispuesto a ceder. Estacionamos el auto en una calle desierta. Tu falta de consideración me agota, me deja sin palabras. Te arrebato un cigarrillo. Lo observo detenidamente. –“¿Vale la pena tirar por la ventana el esfuerzo?”-, pienso. Dejo pasar unos minutos y lo enciendo. Una mezcla de saciedad y taquicardia me invaden. La agonía había terminado. Seguimos viaje y sigo fumando. Miento y digo que volveré a dejarlo mañana. Proclamo la idea y se que no estoy siendo honesta.
Me relajo y dejo pasar los días. Se va acercando la fecha de la operación y la angustia me va aniquilando. Guardo bajo llave el instinto de conservación. Me coloco excusas. Aquella mañana en cuanto ingrese a la clínica todo habrá cambiado, pienso. Ya es un hecho, una decisión, una apuesta al futuro.
22/4/2008
Es martes y el día termina justo aquí en la parada del “15” que me devolverá de regreso a casa. Más de lo mismo en la clase de Antropología. El Hospital Naval desolado para variar y yo tiritando del frío, cansada de viajar, cansada de esperar y famélica del hambre acumulada. A lo lejos veo el colectivo acercarse. Subo y está repleto. Ni un asiento libre. Pago el boleto y trato de buscarme un lugarcito cerca de algún asiento. Nunca llegué a sostenerme de las barandas del techo, la poca estatura jamás me lo permitió.
Dos filas de asientos más atrás una parejita “Ponja” va conversando muy alegremente. Él de camisa a cuadros, pantalón de vestir y zapatos. Ella con un gran escote y todas las joyas encima. Daba la impresión de que concurrirían a algún evento o que regresaban del mismo. De todos modos me resultaba extraño. La expresión de admiración en sus rostros, aparentaba como si se sintieran montados en una atracción. Como si estuvieran haciendo un recorrido turístico o como si estuvieran mirando una comedia musical. Les faltaban los pochoclos.
Minutos después se desocupa un asiento y corro a sentarme en él. A mi lado viajaba una mujer bastante mayor que iba observando su teléfono celular como si esperara recibir un llamado. Su mirada era nostálgica. Comencé a preguntarme cuántas veces cualquiera de nosotros fuimos atrapados por esa incertidumbre entre la expectativa del logro y lo concreto.
A lo lejos se dejaban oír dos jovatas. Con los años me he convertido en una experta en la escucha de conversaciones ajenas y los transportes públicos son mi gran deleite. Esta vez no era la excepción. Mi oído se agudizaba. Por supuesto, la figura principal de la historia era un hombre y como para variar el pobre fulano no se veía muy favorecido.
Faltaba muy poco para llegar a destino y tan entretenida estaba que pretendía quedarme. Finalmente me decidí a bajar. Caminé hacia casa y de a poco una sonrisa iba dibujándose en mi rostro. Todas las noches, al final del día, la hostilidad de la ciudad me seducía. Me dejaba ir más allá. Me resultaba inspiradora. Y el saber que pronto me reencontraría con los míos resultaba un placer único.
17/05/2008
Sueños
Corro y no te alcanzo, por poco te pierdo de vista. Me detengo en la acera de una calle. A lo lejos una luz tenue que me impide ver el final. El abismo ante mis ojos. El cielo en escala de grises. Continúo corriendo y finalmente te dejo ir. Caigo rendida y me desvanezco. Allí me despierto, entre las lágrimas y el no saber. Con el interrogante y las conjeturas sobre la palma de mis manos. Me despierto y ya no estás en escena. Para mi tranquilidad, no estás en escena…
19/05/2008
Un mal común
¿Hasta qué punto somos capaces de soportar por amor?. O mejor dicho, ¿hasta qué punto estamos dispuestos a ceder en esa encrucijada entre el amor propio y el amor por el otro?.
¿En qué momento el derecho a réplica se convierte en el equivalente de la falta de respeto?. Alguna vez escuché que el límite propio termina donde comienza el del otro. Esta frase es en ocasiones proclamada como regla, como pauta a seguir. Pero en la realidad cotidiana es violada por completo.
El amor de pareja es un sentimiento que vale la pena vivir, coincido. He inmediatamente me cuestiono, por qué ese sentimiento que se reconoce como uno de los tantos indicativos de felicidad o condición de la misma, de un instante a otro, se transforma en una lucha de egos e intereses contrapuestos.
¿Será que el amor y las relaciones modernas también se han capitalizado?. Allí es donde entra en juego el lenguaje y las diferentes interpretaciones de esa realidad que es única y compartida. Y por defecto se produce el encuentro y el desencuentro con el otro y sus deseos de ser.
A nosotros nos encerró el desencuentro y la tensión fue acrecentándose hasta llegar a esa ruptura tan esperada. Luego devino el llanto, la nostalgia por la pérdida y la incertidumbre a transitar ese camino de soledad del que tan desacostumbrados estábamos.
Se comienza por desconocer al otro. En la desesperación comenzamos a estipular, a poner en práctica la construcción de supuestos que en su mayoría escapan a la verdad. Y finalmente se instala el sarcasmo como vehículo de salida.
Así es como nos volvemos reacios a ese sentimiento que alguna vez defendimos con uñas y dientes y por el que nos vimos favorecidos en más de una oportunidad. Entonces el nuevo intento implica mayor esfuerzo y el compromiso propio de aspirar a no tropezar, nuevamente, con la misma piedra.
(…) “Es sorprendente la facilidad con que uno puede taparse los ojos, yo era como el hombre que sigue un rastro de huellas ensangrentadas a través de la nieve, sin comprender que alguien ha sido herido” (…).
22/05/2008
En blanco y negro Buenos Aires
Cada mediodía luego del almuerzo asomo mi cabeza por el balcón de la oficina en busca de una pequeña aproximación de civilidad. Por desgracia siempre observo lo mismo, la ciudad en constante movimiento.
Jóvenes y niños saliendo del colegio, alguna que otra parejita de tórtolos enamorados marchando a la luz del sol, los típicos paseadores de perros que recorren la misma cuadra de una esquina a la otra, autos que estacionan, autos que aceleran y el semáforo de rojo a verde, de verde a rojo…amarillo.
De frente, un edificio de mayor altura al nuestro me ofrece una mirada más íntima. Algunos limpian, otros miran tv, otros toman una siesta y a la derecha siempre está allí ese muchacho de cabello oscuro que enciende un cigarrillo y me saluda amablemente. Cada día la intriga nos acerca aún más. Esa cosa de jugar entre lo incierto, de resguardarse en el silencio, de sentirse a salvo, nos resulta atractiva.
Del lado izquierdo, la terraza de uno de los tantos colegios de la zona. Un grupo de chiquitines se reúnen en fila. Corren, se caen, ríen, lloran y se quejan jugando a la mancha. A los pocos minutos se escucha el sonido del timbre y las maestras salen a su encuentro. Los niños regresan a sus aulas. El juego a terminado.
Y desde el balcón del 12º “A”, la vida sigue y sigue. Puntualmente, de lunes a viernes a las 14:30 horas.
26/05/2008
¿A qué solemos llamar “Felicidad?
Muchos la ubican en un extremo como si uno pudiera ser o no feliz. Como si uno pudiera ser o no exitoso. Como si uno pudiera o no ser afortunado. Y yo continúo preguntándome si es correcto pasar la vida de un lado o de otro de la cuerda.
La felicidad es un estado, es un modo de ver, de sentir. Es una elección de vida. Es la capacidad de todo ser humano de poder comprender lo maravilloso que hay enfrente suyo, sin dejarse obstaculizar la mirada por aquello que no le es grato. Es sentirse amado, es sentir la vida y no esperar más allá. Es sentirse en plenitud con lo propio y lo ajeno.
Y es así como algunos pocos sabios comprenden la grandeza en el canto de los pájaros, en la oscuridad de la noche, en el roce de la lluvia escurriéndose entre los dedos o en el estallido del sol cada amanecer cotidiano. Y es así como otros tantos quedan en el camino absorbidos por la penuria.
Consultorio amoroso
La manía cibernética se traslada a cada semana laboral. Charlas de poca relevancia atraviesan mañanas y tardes enteras, haciendo que las obligaciones sean menos agobiantes y los tiempos transcurran rápidamente. Chistes entre amigos, conferencias, anécdotas, consejos y algún que otro comentario de alto voltaje se descubren desde esas pequeñas ventanas de color anaranjado que titilan acompañadas de una inconfundible alerta.
Ceci comenzó hablándome sobre Santiago, el chico que sutilmente le arrastra el ala. Para su desconcierto, él estaba un tanto insistente y la invitaba a salir por cada tres renglones de conversación. Casualmente horas más tarde, Flor iba a buscarme por la oficina en cuanto se cumpliera mi horario de salida. Previo a nuestro encuentro, sube al mismo colectivo en el cual viajaba Santiago. Comenzaron hablando de Ceci para luego llegarle el turno a Gustavo, el reconocido pretendiente de Flor y viceversa.
18:30 puntuales, Flor me esperaba en la puerta de entrada al edificio. Minutos más tarde yo debía concurrir a la consulta con el Dr. Autiero, mi urólogo de cabecera. Ella iba a acompañarme. Camino a la clínica me comentó lo sucedido con Santiago y los detalles de lo conversado con él. No podíamos parar de reír. Por alguna razón ese día estábamos telepáticamente unidas a través de una red de discusiones e interrogantes y todo tenía que ver con hombres. Comencé a sentir que retrocedía a mis quince años, cuando todo era más sencillo y las charlas rondaban entre los chicos que nos gustaban y el único inconveniente posible era elegir el vestuario con el que íbamos a lucirnos en la reunión del sábado y conseguir que mamá me dejara volver una hora más tarde de lo acordado a casa.
A veces es necesario darse ese tipo de privilegios y retroceder en el tiempo en busca de esa inocencia perdida. Creo que cada una de nosotras continúa guardando un pedacito de esa niñez, que en ocasiones especiales es bueno tener a mano. Por lo menos yo, de tanto en tanto, abro esa pequeña caja de zapatos en donde guardo aquellos recuerdos que quiero conservar en los años que me resten, y cada vez que me reencuentro con ellos es esa misma sensación de nostalgia la que me atrapa que por un momento me permite regresar a ese mundo de fantasías, en donde el amor es ingenuo y las relaciones humanas más espontáneas.
02/06/2008
(…)” Era diferente, lo fue; porque había una especie de comunión, y cuando hacíamos el amor, parecía que cada duro hueso mío se correspondía con un blando hueco suyo, que cada impulso mío se hallaba matemáticamente con su eco receptor,…tal para cual…, igual que cuando se acostumbra a bailar con la misma pareja. Al principio a cada movimiento corresponde una réplica, después la réplica corresponde a cada pensamiento. Uno sólo es el que piensa; pero son dos cuerpos los que hacen la figura” (…)
De mi querido Mario Benedetti en “La Tregua”

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