viernes, 26 de septiembre de 2008

Monólogo

Ya no aguanto más. Falta tan poco. Sólo resta una semana. Comparado a los seis años que esperé, es poco. Por fin me voy a reencontrar con Daniel, mi hermano y voy a conocer a mis sobrinos, a mi cuñada. Aunque ya los vi en fotos, no es lo mismo. Voy a poder escucharlos, sentirlos. Seguro que hablan con acento, debe ser muy gracioso escucharlos. Bueno, una semanita más y listo. Mamá no sabe que hacer con tanta ansiedad.
Parece increíble que después de tanto sufrimiento, tanto terror, tanta muerte, nos reunamos de vuelta. Me acuerdo como si fuera ayer cuando Daniel se fue. No le quedó otra. Se fue tan rápido que no se despidió de nadie, además no había que levantar sospechas. Que raro es el mundo, mi hermano tuvo que dejar atrás su vida para no perderla. ¿Y todo por qué? Por reclamar lo que era suyo, por defender sus ideales. Pero bueno, eso ya pasó. Ahora la familia lo espera, como a lo largo de estos años.
Me parece que cada vez está más pelado, apenas lo vea le voy a hacer un chiste. Siempre estuvo orgulloso de su melena. ¿Habrá seguido jugando al fútbol allá? Espero que si, porque los muchachos prepararon todo para un picado el domingo.
Lástima que no se quede. Ahora en democracia por ahí cambian las cosas. Le dije que los primeros tiempos lo podemos ayudar. Yo con el taller estoy más que tranquilo y los viejos tienen unos ahorros que no saben dónde meterlos. Pero el dice que ya no quiere sacarle más plata a la familia, que con la última vez ya fue suficiente. Que salame. Si sabe que volveríamos a dar todo por él. Pero lo de los chicos es verdad, ya están acostumbrados a la vida de allá. Sin embargo, todavía son chicos, podrían adaptarse a la Argentina. Voy a tratar de convencerlo, como cuando se fue. Pensar que si no lo persuadía yo, por ahí hoy estaría desaparecido.

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