El reloj marcaba las 15:35 y mientras el colectivo avanzaba por Avenida Corrientes las últimas cuadras que me separaban del Centro Cultural Ricardo Rojas a paso de hombre, yo pensaba en que llegaba tarde a la función gratuita que ofrecía el Bafici en dicho centro.
Algo que me llamaba poderosamente la atención era la gran publicidad que había tenido este año en los medios el Festival de Cine Independiente que ofrece la Ciudad de Buenos Aires desde hace ya 10 años. Pero esta edición especialmente se había hecho notar: afiches empapelando la ciudad, espacios publicitarios en programas de horario central en la televisión abierta, noticieros, los grandes diarios. Todos habían hablado del BAFICI, la incorporación de nuevas sedes al circuito, las películas, los directores, todo el BAFICI estaba en la agenda mediática.
Este miércoles 16, en el Rojas, estaba programada la exhibición de “Garras de Oro”, apenas una restauración de una película colombiana de 1926, que hace una fuerte crítica a la actuación de Estados Unidos sobre la separación de Panamá del territorio Colombiano.Increíblemente, al menos unos 50 minutos de cinta sobrevivieron a la censura y a todo el violento siglo XX.
Grande fue mi sorpresa al llegar a la puerta y encontrarme con varios carteles que anunciaban que ese día (y el siguiente) no se exhibirían películas, debido a que el personal del Centro se encontraba de paro. La sorpresa no fue solo mía ya que un grupo de más de 20 personas de variadas edades observaban los anuncios tan asombrados como yo y golpeaban la puerta en busca de explicaciones.
Muy pronto tuvo que asomarse uno de los empleados, un muchacho de unos veinte y tantos años, morocho y de barba, a explicar que el centro permanecería cerrado debido a la medida de fuerza que se veían obligados a tomar.
Logré escabullirme entre la gente y llegar junto al muchacho, le explico por qué estoy ahí, que si puedo entrevistar a alguien. Que espere un momento. La puerta se cierra.
“¿Pero, es paro docente?”, pregunta una señora, “No, no-docente”, por atrás se escucha la voz de un hombre mayor que indaga: “¿Pero si es docente, las películas qué tienen que ver?”. “No hay quien las proyecte, es personal no-docente el que para”. “Y las clases de Jazz, ¿por qué no podemos entrar?” Nadie entiende nada y en la entrada continúa la confusión.
La puerta se vuelve a abrir. Que pase, que alguien va a bajar a hablar, que ya vino otro de mis compañeros por lo mismo. Que espere otra vez.
Entro en un salón no muy amplio, despojado, donde hay una barra de bar, mesitas para sentarse, una escalera de metal que no inspira confianza lleva a un entrepiso donde hay más mesitas, un mostrador de recepción, el ascensor que dice que solo se pueden subir tres personas, un pasillo que no sé adonde va y más carteles que anuncian la paralización de las actividades, denuncian trabajo en negro, increpan al rector de la UBA.
Detrás de la barra hay tres empleados jóvenes charlando, en el mostrador un hombre y una mujer de edades más avanzadas. Intento formular algunas preguntas a alguno de ellos. Se niegan, ninguno va a hablar hasta que no baje el delegado.
Finalmente aparece por detrás del vano que sigue al ascensor. Es un hombre de estatura mediana, corpulento, moreno, pelo corto, usa lentes y viste ropa oscura y en toda la entrevista nunca sacará sus manos de los bolsillos. Se presenta como “Chelo (no me dice su nombre), delegado de la comisión gremial”.
Lo pongo al tanto de los motivos que me habían acercado hasta allí y que la noticia del paro me resulta muy interesante para realizar mi trabajo y él acepta informarme acerca de la situación.
Según “Chelo”, en el Centro Cultural se encuentran trabajando nueve compañeros en negro, que entraron como “contratados” y cuya incorporación a planta permanente se viene postergando por casi un año, además se les debe el sueldo de Marzo y Abril. Ante esta situación y luego de reiteradas asambleas y negociaciones entre APUBA y el Rectorado de la UBA, comenzaron las medidas de fuerza. El primer paro convocado este año fue realizado el viernes pasado y al continuar sin respuestas favorables se retomaron este miércoles 16 y jueves 17, los cuales coinciden con las fechas previstas para la exhibición de películas del BAFICI.
El delegado, de expresión inmutable, también me aclara que este es un paro avalado por el Ministerio de Trabajo porque es un reclamo justo, dice que quienes asisten al centro los han acusado de tomar el edificio “y hasta tuvo que venir un patrullero”.
“Chelo” insiste en que “esto no es contra el Festival, lamentablemente el reclamo se le superpone, pero tal vez así tenga otra repercusión”. Advierte además sobre la posibilidad de un paro indeterminado a partir del lunes próximo si continúan sin solución positiva a sus demandas.
La conversación, a esta altura, se desvía y pasa por la situación de la UBA, el presupuesto, los docentes “ad honorem”, los aranceles que convierten al Rojas en un centro semi-público o semi-privado, según desde qué ángulo se lo mire.
Se hace tarde y tengo que partir, agradezco la charla y me voy con la extraña sensación de que no vi la película política que viene a ver, pero terminé participando de una película política más cotidiana y más cercana a mí, tan cercana que ya casi estoy acostumbrada. Paros docentes, no docentes, de alumnos, de padres, activos pasivos, con clase a la calle o en el aula vivimos todos los días en la Universidad Pública, ¿fue el paro a puertas cerradas mi sorpresa realmente?
Afuera continúa la gente alborotada. A pocos metros, el Cine Cosmos (otro emblema de la calle Corrientes), que también es sede del Festival de Cine Independiente, continúa con la programación prevista normalmente, solo se anuncia un cambio de película a las 21:00 hs.
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