viernes, 26 de septiembre de 2008

Sueño

El espectro se ha reducido a grises. Sólo el color rojo es distinguido por mi retina, está en frente mío. De repente corro, escapo de ese lugar sin saber por qué o de quién. Lo único que sé es que debo huir porque algo me persigue. Reconozco casas, ventanas, techos, terrazas. Paso a través de todos ellos.
Me encierro en un ascensor. Presiono un botón. Siento como la adrenalina invade mi cuerpo. El ascenso se prolonga por un tiempo que no puedo registrar. Las sensaciones se intensifican, al igual que la distancia recorrida. Cuando estoy perdiendo el aire, comienza la caída, que por suerte es menos frenética que la subida.
Desciendo sobre una calle desierta. Vuelvo a correr, a escapar. Avanzo hacia lo negro. Esta vez veo que el rojo me persigue. Se acerca. Cada vez más cerca. Lo siento en mi espalda. Me sambullo en las penumbras.
El sol, que se asoma por la ventana, calienta mi rostro y me obliga a abrir los ojos.

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