lunes, 1 de diciembre de 2008

Reflexiones II

La historia de la humanidad está plagada de injusticias, dolor, guerra, hambre, explotación, etc. Todas las miserias del hombre compartidas por las sociedades a través del tiempo. Pero hoy en día, en ésta ciudad y a lo largo de este país, la peor miseria es la indiferencia y la discriminación. Es lugar común decir que con los recursos naturales de la Argentina, se podría acabar con la pobreza. Pero además de los beneficios que puede brindar la naturaleza, es necesario el factor humano. Algo que es muy difícil encontrar en nuestros tiempos (no quiere decir que no exista) y que a lo largo de doscientos años de vida del país siempre estuvo en las sombras.
Ninguna de las atrocidades que vemos día a día en cualquier noticiero nos debería sorprender, si tenemos un poco de noción de la historia del país. Desde sus inicios, con la “Revolución” de Mayo, los hombres que lucharon por ideales justos, fueron asesinados o murieron abandonados en la pobreza. Guerra civil entre acaudalados por intereses particulares, sociedades secretas, asesinos a sueldo, destierros, ejecuciones, todos puntos que conforman la línea de la historia de éste país. Pero hay otra línea, una paralela que se quiso borrar, la de los excluidos y exterminados, una línea que no denomina al el término campaña con el de genocidio, ni desierto con Pueblos Originarios. Si tenemos en cuenta todos los hechos históricos que construyeron nuestro país y desde qué lugar están contados, podemos ver que las situaciones que hemos vívido en los últimos tiempos son consecuencia o repetición de acontecimientos pasados. Se produce una suerte de ciclo, un espiral cerrado, en el que la historia dibuja círculos entre los procesos sociales y pasa siempre por las mismas causas, pero alterna los protagonistas. Es más fácil verlo cuando reconocemos que el Estado se construyó desde arriba hacia abajo, en manos de algunos hombres que tenían todo y disponían su voluntad sobre algunos otros que no tenían nada y que venían a darle vida a estas tierras desde el otro lado del océano.
Derrocamientos, atentados, golpes de Estado, nuevos exterminios, luchas armadas, una generación desaparecida. Ese fue el saldo del siglo XX. Estalló el conflicto social y los pobres adquirieron algunas armas para reclamar por sus derechos, pero los viejos dueños del país, recurrieron a las armas del ejército para que todo siga como siempre había sido. Algunos creyeron que con la democracia se acabaría el hambre, pero muchos se quedaron con un sabor amargo.
Al comenzar el siglo XXI, tuvimos una falsa sensación de cambio, protestas masivas en la calle, participación ciudadana, reclamos de un mejor país. Pero todo quedó en eso, meros reclamos. Lo pobres siguieron pobres, los ricos siguieron ricos, la clase media siguió en el medio, más cerca de los pobres anhelando acercarse a los ricos. La era de la tecnología, es inútil frente al hambre.
Hoy la historia sigue siendo la misma, la que cuentan los poderosos y la que escuchan los débiles, los cobardes, los conformistas. ¿Cómo es posible que ningún medio masivo, destaque la cantidad de niños que viven en la calle? ¿Cómo puede ser que podamos dormir tranquilos, mientras hay chicos acostados sobre un cartón en la intemperie? ¿Quién puede tirar comida tranquilo, mientras miles de niños mueren de inanición? Todos vemos a menores en la calle, en el subte, haciendo malabares para sobrevivir y ¿qué posición tomamos? ¿Qué hacemos al respecto? Los ignoramos. Todos los vemos, pero nadie los mira. Nadie se ocupa. Muchos dicen que no es su responsabilidad, otros se escudan en una limosna, cuando sabemos que una moneda no cura el hambre. Otros acusan al Estado, pero éste es el reflejo político y administrativo de nuestras acciones. Es verdad que muchos de esos niños no saben lo que es el futuro, pero los que pudimos crecer dentro de un ambiente sin carencias y con posibilidades de formarnos con educación, podríamos empezar por tomar conciencia de los que pasa a nuestro alrededor y hacernos cargo de nuestro grado de responsabilidad. Las soluciones mágicas no existen, pero sin ganas de transformar la sociedad, la historia ya está escrita. Alguien dijo que no hay libertad sin conciencia crítica, lamentablemente vivimos en un país oprimido.

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